[...]
Si quieres solamente, hermana mía,
un beso de unos
labios amistosos
y lágrimas
vertidas por mis ojos,
yo te daré todo
eso prontamente.
Pero que nuestro
amor no se te olvide
si vuelves a
ascender a tu alto cielo.
Yo no canto en
mis versos la esperanza,
ni tampoco la
gloria, ni la dicha,
¡ay de mí!, ni
siquiera el sufrimiento.
Mi boca, como
ves, guarda silencio
para escuchar la
voz del corazón.
[...]
Alfred de Musset
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